LA OTRA CARA DE LA VERDAD EN LA JUNGLA DE CRISTAL

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Este, va dedicado a todos aquellos o aquellas que viven tras la
mascara de la risa falsa, y se ocultan tras la inocencia del que pretende ignorar.

 
A todos los que se sirven de la mentira para hacer de sus vidas, algo que tenga sentido.

 
A aquellos y aquellas que, se sirven de rumores, porque incapaces como son de tener ideas propias, esparcen las que oyen, que, aunque incapaces de mejorar el silencio, no pueden callar, porque si callan simplemente “no existen”

 
Son eco de las  verdades a medias, la peor de las mentiras, agazapados tras la sonrisa, y ocultos en su propia mediocridad, incapaces de pensar por ellos mismos.

 
Ellos, aunque inconscientemente, dan sentido a la vida.

 
Son el abono, de la verdad, pues sin ellos y ellas, la ignoraríamos, y dejaríamos de valorarla.

 
Ponen blanco sobre negro a la honestidad, la valentía y la fidelidad.

 
Porque al igual que no existe rosa sin espina, representan el negro contraste a todo lo bueno que el ser humano representa.

 
Se dañan a si mismos, y siguen haciéndoselo, pero en su gran generosidad pretenden compartirlo, dañando a los demas, sin saber que son tan pequeños, e incapaces de hacerse notar, que simplemente representan el ejemplo negativo y evitable.

 
Este, es un pequeño homenaje a todos los que la naturaleza, les privo del don de la palabra, pero la maltratan usándola a escondidas,  aderezándola con maldad y usándola como un arma.

 
La misma naturaleza que les privo de la valentía, pues se esconden y niegan sus actos, usando de nuevo, el único valor que conocen, la cobardía y la mentira.

 
Y desde luego, nacieron desnudos de sinceridad, pues niegan con la palabra y afirman con la mirada, recociéndose en su propia mediocridad y vergüenza.

 
Si recorres esa Jungla, los reconocerás porque alzan la mirada pero no miran, caminan, pero no pisan el suelo, asienten, pero nunca dan un paso al frente.

 
Simplemente, medran en su triste existir, presas de su propio miedo a ser alguien.

 
Mentir, falsear la realidad, y producir daño, les retroalimenta en su necesidad de compartir su propia desgracia.

 
Yo, les he conocido, porque existen, y desde aquí, puedo decirles.

 
“No sois unos completos inútiles, al menos, servís de mal ejemplo

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