EL ESPÍRITU DEL CHE

Estos meses, en los cines de medio mundo convive la película histórica del Che.

Para alguien como yo, que creció a la sombra de sus ideales, rodeado de sus banderas, con mensajes de lucha e inconformismo, que constantemente te incendiaban el corazón, y te recriminaban, lo poco que aportabas a un mundo mejor. A esos, que soñábamos con su existencia, mientras adornaba nuestra habitación, y creíamos que, aunque hubiera muerto, su espíritu era una semilla que anidaba en cada uno de nosotros, que rebrotaría en causas nobles, y sobre todo, en una generación inconformista y rebelde. A esos, que olvidamos con el tiempo, comprados por la comodidad, y prisioneros de nuestras “particulares” responsabilidades.

A esos, nosotros, fruto de una generación rebelde, venida a menos, ideal que muere sin acción, propósitos sin frutos de cambio, olvido cómodo de bienestar propio. A esos, hoy, nos abre un poco la herida, nos refriega las cicatrices olvidadas, y expulsa por ellas, gotas de culpa. Nos olvidamos, nos acomodamos, y nos refugiamos en cómodos lujos. Vivimos, dejándonos llevar, y pensando que un día fuimos soñadores, solidarios, y hasta revolucionarios, pero todo era mentira. Nos dejamos llevar, y lo peor de todo, es que amamantamos una generación aun más conformista. Una generación, criada en el confort, y sobre todo, en el conformismo.

Les enseñamos a conformarse, cuando nos habíamos prometido, no hacerlo nosotros, nunca. Y así como la muerte del Che, en su día, dio luz a su espíritu, la muerte de su espíritu dio luz al todo vale, al Dios dinero, y a sus apóstoles, mercado, bancos y gobiernos. La vivienda es cara e inaccesible, la enseñanza interesada, el mundo pobre es cada vez mas pobre, y así, un largo etc. Y ni una protesta que encienda la mecha, no, solo conformismo. Hoy, recogemos el fruto de ese olvido. El castillo de naipes, se viene abajo, el Dios dinero, no era tan Dios, y sus apóstoles recogen el fruto de tanto exceso, pero sigue sin pasar nada. Prisioneros de un mundo ficticio, pagamos las consecuencias, de nuestra débil convicción, y heredamos una generación, que aplica lo que le enseñamos, es decir, nada.

Ahora, somos solo parte de un juego, fichas de un monopoly, que sigue en la mesa de unos pocos. Porque las fichas, los juegos, rinden, pero no tienen voluntad propia, porque no se quejan. Simplemente…. Se conforman.

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